Mi primer contricante
fue un muchachito que parece que estaba arrecho, o que en su casa le habían
hecho algo malo, pero muy malo, la vaina es que no me tuvo compasión. Sin dudas que ese chamaquito había tenido un
mal día o que se yo, pero al primer campanaso se me fue encima y de ahí en
adelante no sé que pasó. Me contaron que
con el primer gancho de izquierda me sacó una muela careada que tenía cerca del
cielo de la boca, luego me soltó otro ramplimazo en el estómago que voté los
gases que tenía guardado desde niño, y cuando iba para la lona, me alcanzó con
otro gancho que me dejó los ojos virados como los tengo. Una trompada más y de dejaba bizco. Desperté una semana después.
Me borré de ese club de
boxeadores, y entonces me dio con inscribirme en uno de lucha libre, dizque
porque en ese deporte todo es de mentiras, los luchadores no se pegan, todo es
marabarismo, trucos, etc.
El asunto es que me puse
de fresco a pedir que me dejaran pelear la misma semana que me inscribi, sin
prácticar y sin entrenamiento alguno. Al
ver tanta insistencia me incluyeron en una cartelera estelar donde incluso iban
a pelear luchadores extranjeros: “la muerte”, el acertijo”, “doble nelson” “máscara
gris”, “el terror” etc.
No me asusté porque
estaba seguro que eso de la lucha libre es puro aguaje, puro show, nada de que
preocuparse y además prometieron pagarme bien.
Me dieron un uniforme,
con letras rojas en el pecho que decian “la lombríz atómica”, pero me puse
chivo, cuando alguien dijo: “si este aguanta dos caídas es brujo”. Me encaramé en el ring, y me emocioné mucho
al ver el gentío que había allí, y hasta me sentí dichoso, por poder participar
en una velada como esta.
Estaba perdido en un
pensamiento de alegría, cuando sonó la campana y sin siquiera prepararme, de
repente vi la dos plantas de los pies del otro luchador que venían volando
directo a mi quijada. Yo jamás había
visto a un hombre volar por los aires acostado de esa forma y tan rápido.
Me contaron que el loco
ese me dió un yaguazo en la quijada, yo solo sentí como si hubiera sido un martillazo, con dicho golpe me sacó 8
dientes y 2 muelas, y el golpe me lanzó directo a los hierros de una de las
esquinas del ring, sin dudas que iba a dejar alli lo mejor de mi cerebro al
chocar con el tubo y asi fue, quedé aturdido, como cuando a uno le da la gota, y antes de perder el
conocimiento, sentí que el otro luchador me brincaba encima y un desgraciado,
que después supe que era el “referi”, me contaba: “uno”, “dos”, no alcance a
oir más… pero me contaron que antes de llevarme al hospital el animal de
contricante que me tocó, me dió otro golpe en el estómago con el que me sacó
todo lo que me había comido ese mes y me vació como se vacea una goma pinchada.
Diez años después de esa pelea todavia me salía sangre por la nariz y de vez en
cuando aparecían pedazos de lengüa entre las muelas.
Los 20 pesos que me
dieron por la pelea no alcanzaron ni para la ambulancia. Y desde ahí aprendí
que es mejor provocar a “un toro sebú” o darse porrazos en la cabeza contra un
tanque de guerra y no desafiar a un maldito luchador con hambre de ser campeón.
Después de esta pelea
duré dos años para que me repararan dos costillas y un hueso que nunca fue
posible descubrir de que parte del cuerpo era.
Así terminó mi carrera de boxeador y luchador. Incursione en el karate, pero esa es otra
historia. Finalmente, me metí a cronista
de espectáculos y a viajar por todo el mundo.
Luego les explico las
veces que me han sacado de eventos y las veces que me han tirado de algunos escenarios. Gajes del oficio.
Recomiendala a tus
amigos en www.palobonito.com el blog que nos enseñó a leer…
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